Cocinerito feliz

Los fideos de mi abuela.
El cielo de Madrid brilla fuerte, sus atardeceres que parecen fuego en el horizonte hacen que la ciudad difumine cada rostro, no creo, que yo sea una excepción.
Atrapado en la rutina, puedo contar con los dedos de una mano las cosas que quise y atesoré y aun así, siento que he perdido algo.
No siento la lengua y poco a poco olvido el sabor del hogar, un sabor que me persigue allá a donde voy.
A dónde han ido los recuerdos que creía atesorar?
Últimamente, recuerdo el sabor de los fideos de mi abuela, en concreto los fideos con tuco.
Mi abuela vivía en una zona rural, a 5 kilómetros del pueblo más cercano.
Siempre me encantaba ir a verla, la excusa de visitarla era la mejor manera de alejarme de la realidad y vivir en la templanza de mi abuela.
Uno de mis primeros recuerdos es tener que vigilar cómo se secaban los fideos, colgados sobre palos de escoba apoyados en dos sillas, mi misión, que los gatos no los cogieran.
Los fideos de mi abuela eran caseros y estaban riquísimos, la pasta estaba al punto invitaba a comérsela despacio, era la mejor parte del día, era nuestro momento, de mi abuela y mío.
Pasaba mucho tiempo con mi abuela, y sus fideos con tuco eran mi perdición. Tuve una época en que los cortaba con el cuchillo, otra que los comía en bocadillo, no importaba de qué manera los comiese, mi abuela siempre los cocinaba para mí.
La salsa de tomate era fuerte, todos los ingredientes eran productos de su huerto, cada trozo de alimento único, que realzaba su sabor al bajar por mi garganta, un sabor que me aceleraba el corazón.

El calor de la estufa de leña, el vapor de la olla y el sonido que hacía al sorber cada fideo… no hay palabras que describan cuánto me gustaban esos momentos.
Los sencillos ingredientes para hacer pasta en las ya cansadas manos de mi abuela, se convertían en una coreografía, la harina pasando por sus nudillos, el chasquido de esos huevos amarillos de campo, haciendo fuerza sobre una mesa a la que le temblaban las patas, amasando y amasando. Todo con las manos de una experta, que sin necesidad de medir, reconocía lo que faltaba o sobraba.
Mi abuela cada vez que hacia fideos, ponía mucho esfuerzo y al terminar mi plato, me preguntaba si quería un poco más, yo, afirmando con la cabeza, ella sonriendo, y éramos muy felices los dos.
Sus fideos estaban tan ricos, que siempre un paisano se hacía el perdido y pasaba por casualidad a la hora de comer a saludar a mi abuela, con esperanza de que hubiera fideos. En ese momento no sabía lo afortunado que era de poder disfrutar de sus fideos.

Mi abuela solía decirme: <<La buena comida siempre encuentra a aquellos a los que les gusta comer bien.>>
Un día tuve que irme a miles de kilómetros, lejos de mi abuela, sabía que sus fideos harían felices a muchas personas como me habían hecho a mí.
Los fideos que comía por aquí, no eran caseros, su textura no era especial, la salsa de lata hacia que tuviese sentimientos encontrados.
Llegó el momento en el que tuve valentía e intenté hacer yo la receta de mi abuela; qué desaliento al comer mis fideos y no llegar a alcanzar el sabor de los fideos de mi abuela.
A mis comensales les gustaban mucho, entonces me dí cuenta de que el problema era mío, pensé mucho cómo alcanzar ese sabor tan particular; hasta que me dí cuenta que solo tenía que cerrar los ojos y pensar que están hechos por mi abuela.
Una llamada de teléfono, me dio la noticia que sabía que un día podría llegar, en ese momento supe lo lejos que estaba, las luces de la ciudad parecían moverse con una lentitud inquietante.
En ese momento vino el aroma, su voz, fue tenerla delante cocinando de nuevo sus fideos.
Amanecía y la luz del sol dejaba al descubierto mi dolor, estaba seguro que ese recuerdo tan devastador acabaría atenuándose con el paso del tiempo.
Puede que el calor y los recuerdos de antaño sigan en alguna parte, puede que sea lo que le da al presente su color. Puede que mirar atrás sea lo que necesite alguien, los llevaré conmigo, los tendré presentes, mientras continúo mi camino.
Sólo sé que una de las mejores cosas en mi vida, fue disfrutar cocinando y comiendo los fideos mi abuela.